Hace como un mes tuve que hacer un desplazamiento en avión por cuestiones de trabajo y encontré la revista que ofrece la compañía aérea, si, esa que suele estar en la bolsa del asiento delantero junto con el menú (si se le puede llamar así porque más bien parece el anuncio de un atraco a mano armada) y las instrucciones para atar el cinturón y la utilización de mascarillas.
Ojeándola y hojeándola (echándole un ojo y pasando las páginas), me topé con un artículo que decía LA SOPA DEL PAÍS DEL YOGUR que escribía Luis Palacio y que inmediatamente captó mi atención haciendo que me detuviera en el mismo. La sopa, de origen Búlgaro, llamada tarator es una sopa fría basada en el producto de mayor consumo nacional el yogur. Pero lo que captó mi atención no fué esto sino que el segundo ingrediente con más relevancia en la sopa era el pepino.
Pues bien, lo que me pasa con el calabacín me pasa con el pepino, siempre estoy buscando recetas nuevas para darles salida en temporada. Y esta sopa me pareció una alternativa muy fresca y diferente al típico gazpacho que apetece cuando "aprieta la calor", y con el aliciente añadido de llevar pepino.
El pepino es una fuente de vitaminas, contiene B2, B3, B5, B6, C y ácido fólico y una cantidad no despreciable de calcio, hierro, magnesio, fósforo, potasio, y zinc. Todo esto junto con el porcentaje elevado de agua que contiene ayuda a hidratarse y también es muy energético, siendo un alimento recomendado como tónico o estimulante.
En esta receta va acompañado de nueces que, a su vez, un alimento que aporta energía a la par que un sin fin de otros elementos como minerales, polifenoles, omega 3 y 6, etc.
La sopa se hace añadiendo agua o hielo pero hay otra versión (según contaba el artículo) la snejanka o snezhanka en la que se cuela el yogur para retirarle todo el líquido. Pues bien, yo he hecho una intermedia, ni le he añadido agua, ni le he retirado el líquido al yogur.